jueves, 18 de octubre de 2012

Arte y diversión

A continuación, algunos de los puntos debatidos en la segunda clase de ayer con su conductora, Oskia Ugarte, en el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte-Navarra.

Este miércoles hablamos de la relación que mantiene el arte con la diversión. Partimos de una premisa, y es que a todos nos ha tocado vivir en primera o en tercera persona la asignación de arte con aburrimiento. Incluso con aburrimiento soberano.

¿Es así? ¿Está el arte reñido con la diversión? Nuestra conclusión, no solo es un rotundo "no", sino que creemos que muchas veces, van irremediablemente unidos de la mano. Pero para empezar, ¿qué es diversión?

Respuesta de la clase: diversión es vivir algo diferente, romper moldes, tomar un camino alternativo. "Elegir el registro en el que me estoy moviendo", apunta Ugarte. Incluso llegamos a hablar de transgresión. Diversión es no hacer siempre caso a lo establecido, sorprender a nuestra propia cotidianidad. Y todo esto, lo podemos conseguir a través de experiencias con el arte, claro que sí. Vemos algunos ejemplos como el de Pierre Huyghe y su maravillosa utilización del antiguo videojuego Atari para crear su obra, o una exposición del Reina Sofía, Máquinas y almas, basada en la utilización de las nuevas tecnologías y a través de la cual quedas atrapada en un largo camino con diferentes luces que te sorprende a cada paso. Ejemplos donde la diversión se manifiesta en primer plano, aunque no por ello son los únicos. Una de las asistentas describía cómo ella vivió esta sensación de divertimiento y placer mientras  contemplar una pintura de Klimt en Viena. Los efectismos, la expresión sensorial, el puro tacto...son claros nexos entre el arte y el experimentar, pero el enfrentarte de manera real a una obra, puede suponer alcanzar el clímax de esta diversión de la que estamos hablando.

Las nuevas tecnologías facilitan herramientas como la interactividad y la interconexión entre el público y el artista que nos acercan a tener una visión de un arte menos aburrido que el mencionado en el primer párrafo. Proyectos como TECURA, "una máquina muy sencilla para pintar", diseñada por un artista que se hace llamar EVRU, tratan de demostrar que todos podemos desarrollar nuestra capacidad artística y por tanto, disfrutar del arte. Por otro lado, el arte colaborativo, como la iniciativa de Antoni Abad, donde el artista facilita dispositivos móviles a una comunidad de gitanos para que ellos mismos fotografíen su vida cotidiana y construyan en una plataforma creado para ello su propia galería de imágenes, vuelven a apostar por esa democratización del arte. Otros claros ejemplos donde arte, nuevas tecnologías y diversión, conviven.

Pero llegados a este punto, es cuando acecha de nuevo la misma pregunta de siempre: y esto, ¿es arte? Y entonces, ¿todo el mundo puede ser artista? Un debate dentro de otro debate que no se puede abarcar en pocas líneas. Por eso, tan solo me limito a mencionar aquellos puntos que se intercambia esta clase interesada en indagar en el arte contemporáneo y en entender los recovecos que cada uno no tiene claro.

Por un lado parece consensuada la idea de que todos tenemos capacidades artísticas que podemos desarrollar. Hablamos incluso de los niños y de su saber, de la posibilidad de que ellos creen arte, igual que crean lenguaje, pero todo ello de una forma inconsciente, claro está. He ahí la diferencia con el artista: la INTENCIÓN, concepto clave de este encuentro. Bajo un artista se esconde su intención, algo sin lo que muchas veces no podemos entender su obra.

Es aquí cuando retrocedo a lo aprendido en la clase anterior, y recuerdo mi concepto clave de entonces: la experiencia. El arte contemporáneo significa experimentar, vivir, entrar en un estado que te emociona, que te remueve. Entonces (y ya entro en terreno personal), ¿si tú ves una obra con la que consigues esa "experimentación", para ti será arte, pero para el que no consiga esa vivencia, no? ¿Y si no conoces la intención del autor pero has conseguido un placer infinito al descubrir la obra, no es un arte válido? ¿O sí? 

Creo que la intención del artista es importante hasta el punto de que la debes conocer para poder experimentar o no: puede ocurrir que efectivamente no conoces su intención, pero has conseguido unas sensaciones gloriosas a través de su muestra; puede ocurrir no sentir la obra, pero al conocer la intención del artista, alcanzar esa conexión. También estarán los casos donde teniendo conocimiento de causa y esforzándote en acercarte lo máximo posible a la obra, esta termine por no decirte nada. Entonces, ¿bajo qué parámetros nos regimos? ¿Qué prepondera, la intención del artista, tu relación personal con la obra...? 

No lo sé, pero lo que tengo claro, antes de calificar o dejar de calificar una obra como arte o no, es que una pieza en particular no puede ser arte para todos, ni todos pueden ser objeto de experimentación para esa pieza en particular. Como tampoco una persona en particular  puede caer bien a todos, ni todos pueden caer bien a esa persona en particular. Igual que la vida misma, vamos. 

Para terminar, y bajo mi humilde opinión, entiendo que cada uno tiene unas capacidades artísticas, cada uno las podrá (o las querrá) desarrollar hasta donde quiera, y conectará con quien su preparación, experiencia y afinidad le permita, definiendo como arte lo que otro da por aberración. Pero aquí tendríamos cada uno nuestras propias reglas, y tampoco podemos obviar que por supuesto existen unos parámetros y unas directrices  que ayudan a determinar si algo se acerca al arte o no. ¿Cuál es entonces la fórmula para los que no somos expertos? ¿Siquiera la hay? ¿Dónde queda el usuario posicionado? ¿Tal vez tenemos que valorar por un lado la experiencia obtenida con la obra y por otro, analizar nuestros conocimientos más doctrinales, que a su vez debemos ir enriqueciendo con una relación cada vez más íntima con el arte contemporáneo? Si consigo responder a esta pregunta a final del curso estaré... ¡más que contenta!


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