sábado, 29 de septiembre de 2012

Partimos.



No voy a contar mis devaneos en estos tres últimos meses, pues desde el principio he tenido algo claro, y es que no pienso convertir mi blog en un diario personal. Ese lo escondo por ahí, muy mono por cierto con su lazito rosa. Pero resumiendo, y contando con la premisa de que si una no quiere, no deja de lado las cosas, puedo decir que han sido semanas de mucho cambio, momentos en los que supongo, no he estado hábil para sentarme, centrarme, y escribir. Cambios físicos, como el de una vuelta a tu país o diferentes traslados de una ciudad a otra; cambios de trabajo y de proyectos, y lo que es más importante: cambios con una misma. He reído, llorado, me he asombrado... Muchas cosas que han removido mi cuerpo, más aún las que no han tenido final feliz o las que te das cuenta que no dependen de ti. 

Tras la tormenta llega la calma, dicen. Y por eso vuelvo a estar aquí, con determinación, mirando hacia delante. Un futuro más incierto que nunca, en un mundo en el que los planes a largo plazo han dejado de tener sentido y en un ambiente en el que, algo sabido por todos, no acompaña. Pero también dicen que la mayor fuerza está en uno mismo, así que, lejos de dramatizar (porque hay que saber distinguir entre lo que son males menores y lo que son palabras mayores), cada uno tiene que encontrar sus huequecitos y la forma de reinventarse. Tras picos en los que un día saboreas el éxito, y otro día ves desvanecerse de repente tus deseos, sin tiempo previo para la anestesia, creo que se presenta un buen momento para la reflexión. 

En lo que a mí respecta, me sitúo en el inicio de ese camino "hacia el no sé dónde" pensando en qué puedo mejorar, y en cómo se puede sacar lo mejor de uno mismo y de cada situación. Es cuando retrocedo a 2010, y recuerdo una conversación, de esas que tanto me gustan, aquella tarde calurosa en el cuartito de casa de mi abuela. Estaba con mi tío, un tipo muy listo por cierto, quien se atrevió a vaticinar lo que muchas veces no me ha hecho bien: soy un desastre. Por eso, lo que tenía que tratar de hacer alguien como yo (me aconsejaba mi tío), era planificar cada día, salir de casa a las 8 de la mañana y no llegar hasta las 10 de la noche, llenarme las jornada con actividades y obligaciones. Es decir, si me "enchufan", no paro, pero si no limito unas pautas que marquen orden y rigor en mi vida, me perderá la dispersión, porque tiendo a ella. Y esto puede ser algo muy peligroso: básicamente, te puede echar a perder. Algo que no se puede permitir. Menos aún cuando hay ganas e ilusión, y mucha "chicha" de donde sacar partido. 


Así pues, el objetivo del nuevo curso está más que claro: marcar disciplina. Volvemos a empezar, y siempre, eso sí, intentando mejorar. 

Y tú, ¿cómo empiezas este nuevo curso?

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